Anaconda volvió y quiso reconquistar su reino, sin embargo ya habían transcurrido 30 años, estaba madura. No pasó mucho tiempo y fue reconocida por todos los animales como la reina del Paranhyba, el cordial saludo era cotidiano y de mucho respeto.
El clima era muy caluroso y la desesperación entre todos los animales cundía, no llegaban las lluvias, empezaban a sentir los estragos del infernal calor y la falta de agua; tuvieron una reunión importante donde acordaron enviar a los tucanes para que vayan a indagar sobre las lluvias en el norte.
Como siempre los hombres en la selva provocaban males a los animales, infecciones, daños en sus moradas. Los tucanes volvieron anunciando las lluvias, pronto el río creció en su caudal para jolgorio de todos los animales, llovió por más de 10 días con sus noches.
Los camalotes empezaron a aparecer, y sobre uno de ellos repentinamente se apreció a un hombre que estaba en agonía, todos los animales querían victimarlo, Anaconda se opuso, por esta conducta se ganó el desprecio de muchos animales, le decían “traidora”. Nadie entendía por qué Anaconda se empecinó en velar por ese hombre.
Los animales sobre los camalotes iniciaron su travesía río abajo, las grandes masas del río Paraguay se juntaron con el Paranahyba, ahora era un torrente inmenso. Se podían apreciar burbujas bajo los camalotes que salían a la superficie, eran producidas por plantas en descomposición.
Unos hombres divisaron al hombre ya muerto sobre un camalote y junto a él descansaba una enorme serpiente, era Anaconda, pensaron ellos que era la causante de la muerte del humano, descerrajaron un tiro a Anaconda, quedó muerta. Antes de este terrible acontecimiento Anaconda ya había dejado sus huevos en un lugar seguro para perennizar su raza.